No había aire ni savia,
pero un grito silencioso
te despertó.
Sólo tu me salvaste
cuando más me hacía falta.
Solo tú me oíste,
solo tú me viste.
Necesito escribirlo
porque a estas horas
no tengo a quien llorarle
aquel dolor que jamás querría
haber conocido.
Esta mitad mía
que se me escapa.
Que tanto amo.
Ir y venir.
Vaivén fecundo,
Permanente.
Pero te quedas aquí
un instante.
Y sólo eres tú.
Aquellos días dilatados
hasta el imposible
-días de sublime delirio-.
El tiempo,
burbuja nebulosa.
Tantas horas, días,
años almacenados,
Carcajadas inoxidables.
Conversaciones infinitas,
Almidonadas
y congeladas en el tiempo.
Y continúas aquí
con tu sombra hacia mi.
Como ya sabes quien dijo,
por ahí.
Y aun te amo,
Aunque te tenga y no,
Aunque tu corazón-pájaro
No amanezca cada día
Luchando por despertarme.
Aunque tenga los pies congelados
y tu no estés para cobijarlos.
Animal que arañas mi vientre,
esta ansiedad me late hasta los labios.
He soñado besos mariposa en el aire
que vienen a posarse en mi árbol.
Que tomas cintura desnuda
mientras los puntos del corazón estallan.
Que me envuelves en un velo de paz.
Deseos torpes y agazapados
que mueren por el sueño constante y sediento
de un nido tibio, en lo más alto.
Pero ese día, nos arrancaremos para vivirnos.
La vida tendrá que devolvernos lo que nos debe.
Viene a paso lento llegando a su destino.
Ya casi lo veo.