sábado, 5 de diciembre de 2009

Vivirnos



No había aire ni savia,
pero un grito silencioso
te despertó.
Sólo tu me salvaste
cuando más me hacía falta.
Solo tú me oíste, 
solo tú me viste.
Necesito escribirlo
porque a estas horas
no tengo a quien llorarle 
aquel dolor que jamás querría 
haber conocido.
Esta mitad mía
que se me escapa.
Que tanto amo.
Ir y venir.
Vaivén fecundo,
Permanente.
Pero te quedas aquí 
un instante.
Y sólo eres tú.
Aquellos días dilatados
hasta el imposible
-días de sublime delirio-.
El tiempo,
burbuja nebulosa.
Tantas horas, días, 
años almacenados,
Carcajadas inoxidables.
Conversaciones infinitas,
Almidonadas 
y congeladas en el tiempo.
Y continúas aquí
con tu sombra hacia mi.
Como ya sabes quien dijo,
por ahí.
Y aun te amo,
Aunque te tenga y no,
Aunque tu corazón-pájaro
No amanezca cada día
Luchando por despertarme.
Aunque tenga los pies congelados
y tu no estés para cobijarlos.
Animal que arañas mi vientre,
esta ansiedad me late hasta los labios.
He soñado besos mariposa en el aire
que vienen a posarse en mi árbol.
Que tomas cintura desnuda
mientras los puntos del corazón estallan.
Que me envuelves en un velo de paz.
Deseos torpes y agazapados
que mueren por el sueño constante y sediento
de un nido tibio, en lo más alto.
Pero ese día, nos arrancaremos para vivirnos.
La vida tendrá que devolvernos lo que nos debe.
Viene a paso lento llegando a su destino.

Ya casi lo veo.

De miel

Hombre de miel.
Galletón de pecho blando,
azucarado.
Sobredosis eterna,
la tuya es la peor dieta.
¿No ves cómo me has dejado?

Desvelo I



Me bebería tu mirada entera.
Tu voz me susurra, 
a lo lejos,
que ya me duerma.

Desvelo II

Ven, 
tararea esa canción que tanto quiero.
No puedo conciliar el sueño.
Un desvelo -nuevamente-
me ha llamado a cubrirme
en tu regazo evaporado.
Quisiera tanto un nido,
Un niño y un tiempo.
Qué será de ti, 
tan lejos de mis manos.
Mi pecho sufre,
mataría por tus besos.

Hasta llegar a las flores

Esa luz de atardecer, tibia, dulce, liviana. Días ingenuos. Arrastrados por la cotidianidad. Preparabas todo con extrema dedicación. Esa línea del tren, eterna, parecía que no tendría fin. Aroma a flores recién cortadas, copos blancos de nube, vestido reluciente, zapatos de charol. Matas de zarzamoras por todo el borde del camino. Saltando, esquivando cada término de tablón, Tarareando, quizás qué canción. Un tropiezo y tendría un final adverso. Rieles infinitos, unidos de las manos, Uno tras otro hasta llegar. Visita a los difuntos. Cuna de tierra sumergida. Una cubierta de verde y descuidado traje, le quitábamos con delicadeza. Corriendo de tumba en tumba, un grito solamente podía detenerme. Pileta de agua dulce, fértil proveedora. Cubeta de plástico, debía, -a mi pesar -, cargarte ya satisfecha, por esa empinada y larga colina hasta llegar a las flores. La arropábamos entera, vestido de colores, velas encendidas. El esfuerzo valía. Así estarías limpia,tranquila y feliz, hasta el siguiente año.