jueves, 8 de abril de 2010

Error de fábrica


Quisiera sacudirme la vida. Restregarle las manchas, enjuagarla, estrujarla. Ponerla en remojo por largos días. Luego tenderla al viento y que se llevara todo lo torcido. Plancharla. Quitarle las pelusas y corregir los puntos corridos. Volver a entrelazar sus hebras perdidas quién sabe dónde, cortarle las hilachas que cuelgan del borde rasgado, surcir sus heridas. Enviarla en un sobre a cualquiera donde quiera que sea. Desprenderla de mis huellas en cada paso y dejarla tirada en la calle, o colgarla del cuello en un árbol. Meterla en el bolsillo del de al lado en el metro,  venderla en el persa o cambiarla por nada, devolverla a la tienda por error de fábrica. Quizás así deje algún día de llorarme tanto esta pena.




F.V.



domingo, 4 de abril de 2010

Entre el Parrón y la Higuera

Estaba yo sumergida en mis quehaceres textiles domingueros, en la mesita del patio entre el Parrón y la Higuera -que por cierto coqueteaban con descaro- y tú, ahí, tan placidamente dormido, entre un montón de algodón azucarado y miel, hasta que despertaste, me sonreiste y comenzaste a inventar historias de quizás que tiempos y entre tus manos hebras de mariposas crecieron; cuando en un fugaz segundo de luz comprendí que un ejemplar de los tuyos sería una blanda y jugosa bendición en mi vida.



F.V.

miércoles, 31 de marzo de 2010

Nunca tuve un pez. Pero más de alguna vez quise serlo.
Los dibujo en todos lados. A ver si asi alguna vez, quizás, quién sabe, suceda tamaño acontecimiento. No soy cristiana ni debota, ni budista ni samaritana. No soy Audrey Hepburn ni Yoko. No tengo guitarra ni voz. Brinco descalza sobre el pavimento caliente y húmedo -que tanto aborrezco-. Trepo por las faldas de quién sabe que madres, la Pachamama, la Pitonisa, la pincoya o la Tirana. Aqui y allá, ni fu ni fa, detin marin de dopingüe, un, dos, tres, salí, por mí.  Ni canela ni anís, ni arveja ni aceituna, té verde, té rojo, te beso, te extraño. Que esto, que lo otro, que sí, que no, ahora, no, mejor después, lo empiezo, no lo termino, lo cuido, lo arranco, me encanta!... qué cosa? a dónde? No te creo. Copio, pego, edito, borro. No canto, no bailo, no nado, no salgo, no cocino o no sé. No estás, pero estás, arriba, abajo, rasco la espalda de mala gana. No fumo, pero lo hice, no bebo, pero me gusta, tengo frío, pero no quiero abrigarme, quiero paz, un nido y un niño, pero no tengo.
Nunca tuve un pez. Pero más de alguna vez quise serlo.



F.V.

martes, 16 de febrero de 2010

Bocado de nube

[En memoria de un pequeño gato]


Si tan sólo pudiera tener 
tu fragilidad entre las manos
y llevarte junto a mi pecho.
Estrecharte y bañarte de arrullos
y canciones.
Criatura, bocado de nube,
Embriagante dulzura,
Sublime pureza,
Que paradójico destino
Tan breve de pasos y juegos
Y manjares de la vida.
Fragante hebra de luz,
Te desvaneciste, lentamente
entre mis brazos.
Quisiera dibujarte nuevamente
Y escuchar tu grito silencioso,
Saborear los desvelos,
Aroma de atún y leche tibia.
Y si el tiempo te hubiese regalado
un poco más
Mi reino te hubiera entregado.
Pisadita de espuma,
Te evaporaste hasta el cielo.
Aun no lo creo.
Te siento, te escucho, te huelo.
Hasta te veo.




F.V.

domingo, 31 de enero de 2010

De papel-luz y madera

La vi,
casi la lloré.
Me la comí.
La absorbieron mis poros,
mis pupilas guardaron cada milímetro
de recuerdo almacenado en sus paredes caídas
y muertas.
Sus habitaciones vacías,
descascaradas, 
sin piel, 
con los huesos al aire.
La ventana que daba a mi universo de ensoñaciones
al borde del desplome.
Como difuntos sentados y cubiertos
los sillones de siempre.
Mi alma se la bebió entera.
Aquella casa de papel-luz y madera,
chueca, adolorida y vivida.
Cientos de huellas inscritas en su piel.
Cobijo de mi infancia
Manto tibio, afable,
Ahora no eres más que un montón
Viejo de escombros.
Mi abuelo,
Con sus manos añosas y arrugadas te forjó.
Hoy él mismo te desviste  para dejarte
Descansar.
Tus surcos calaron
Con aterradora profundidad
Mi ser.
Te bienquise tanto.